miércoles, 19 de noviembre de 2014

La correcta puntuación de los diálogos



Si no contemplas la posibilidad de someter tu novela a corrección, tú mismo puedes chequear y corregir la puntuación de los diálogos. Esto le dará un acabado más profesional


En esta ocasión voy a hablar de la puntuación de los diálogos. Al igual que el queísmo, al que me referí en la entrada anterior, los errores al puntuar las conversaciones de los personajes se encuentran, según mi experiencia, entre los problemas de corrección más comunes en los libros indies

Cuando encuentro diálogos mal puntuados en un libro publicado, además de la mala impresión que me produce, una cosa me queda clara: la obra no fue tocada por un corrector profesional. A cualquiera de ellos podría llegar a escapársele un queísmo o incluso una tilde, pero me atrevería a asegurar que hasta el más mediocre habría sido capaz de colocar la puntuación correcta. (De no ser así, por favor, bajo ningún concepto repitan con ese corrector). Es algo muy fácil de hacer, incluso por el propio autor y si prestan atención a estas indicaciones, lograrán un texto con un acabado más profesional, así no haya sido sometido a la necesaria corrección. 

 Hay varios aspectos clave: 

1-El diálogo se puntúa con raya, no con guion

¿Qué es la raya? Como acostumbro, me remito a la fuente original. Según el Diccionario panhispánico de dudas (DPD) de la Real Academia Española (RAE), la raya es un “signo de puntuación representado por un trazo horizontal (—) de mayor longitud que el correspondiente al guion (-), con el cual no debe confundirse. Cuando se usan dos rayas (una de apertura y otra de cierre) para introducir un inciso dentro de un período más extenso, estas se escriben pegadas a la primera y a la última palabra del período que enmarcan, y separadas por un espacio de la palabra o signo que las precede o las sigue; pero si lo que sigue a la raya de cierre es otro signo de puntuación, no se deja espacio entre ambos”.

La raya tiene varios usos, pero aquí me referiré solo a su empleo en los diálogos, donde, también según la RAE, tiene dos funciones principales: a) precede a las intervenciones de cada uno de los interlocutores (a las que en lo adelante llamaré también “parlamentos”), sin que se mencione el nombre de estos, y b) introduce o enmarca los comentarios y acotaciones del narrador a los mencionados parlamentos.

En su primera función, tenemos que todo parlamento debe ir precedido por una raya. O sea, que en una conversación entre dos o más personajes, cada raya inicial indicará que está comenzando a hablar un personaje distinto al que lo estaba haciendo anteriormente.

La segunda función es la de enmarcar los comentarios que hace el narrador, que pueden ser más o menos largos, en dependencia del propósito del autor. Puede ser una simple acotación: 

—Vine con la mejor de las intenciones —aclaró Pedro. (1) 

También puede ser una acotación un poco más larga, que implique otras acciones o sentimientos del hablante: 

—Te agradezco que hayas venido dijo Juan, mirándolo intensamente, mientras encendía un cigarrillo, pero no tenías que haberte molestado. (2)

O puede ser incluso una descripción mucho más extensa, al estilo de:

—Te agradezco que hayas venido —dijo Juan y poniéndose de pie con calculada lentitud, echó un breve vistazo alrededor, hasta localizar sobre la mesa su cajetilla de cigarros. Caminó con la misma parsimonia hacia ella, sacó un cigarrillo y muy pausadamente lo encendió, mientras clavaba una mirada penetrante en los ya impacientes ojos de su interlocutor—. Pero no tenías que haberte molestado. (3)

Utilizaré estos mismos ejemplos para explicar otros aspectos que dan lugar a varios de los errores más comunes en que se incurre al puntuar los dialogos. 

2-La raya inicial no necesita ser cerrada, tenga o no el parlamento comentarios del narrador. Si aparecen otras rayas en el parlamento, estas siempre estarán enmarcando los comentarios, nunca sirviendo de cierre a la raya inicial. Por lo tanto, la siguiente raya después de la de apertura no irá pegada a la última letra de esa frase inicial, sino que precederá a la primera palabra del comentario siguiente, como podemos observar en el ejemplo 1.

3- El comentario puede llevar o no raya de cierre, en dependencia del caso.  

A) Si tras el comentario continúa el parlamento, como vemos en los ejemplos 2 y 3, habrá raya de cierre, que irá siempre pegada a la última palabra del comentario y generalmente estará seguida de un signo de puntuación, como se observa en esos mismos ejemplos, aunque también podría no llevarlo, si la entonación del parlamento no lo requiriera, como vemos en el siguiente caso:  

—Decidiste venir —dijo Juan, frunciendo el entrecejo— aunque te pedí que no lo hicieras. (4)

Si el signo de puntuación que corresponde tras el comentario del narrador son los dos puntos (:), estos se escriben igualmente después de la raya de cierre.

—Te lo dejé muy claro el otro día —aseveró Juan: ¡no necesito de tu presencia! (5)

No sucede lo mismo en caso de los puntos suspensivos. Si estos marcan el final de la oración, se dejan en su lugar y tras la raya de cierre se coloca igualmente un punto final. Sucede lo mismo si se trata de signos de cierre de exclamación o interrogación.
 
—La verdad es que eres incorregible... —aseveró Juan—. No puedo contigo.

—¿Queres que venga mañana? —insistió Pedro—. Porque tengo el día libre.

Para saber qué signo colocar, solo es necesario imaginar cómo sería el parlamento de no haber acotación. Así, en los ejemplos sería: 

Te agradezco que hayas venido, pero no tenías que haberte molestado. 
Decidiste venir aunque te pedí que no lo hicieras. 
Te lo dejé muy claro el otro día: ¡no necesito de tu presencia!
—La verdad es que eres incorregible... No puedo contigo. 

B) Por otro lado, como vemos en el ejemplo 1, si después del comentario o acotación no continúa el parlamento, no se coloca raya de cierre, sino solo un punto final. 

4- El comentario o aclaración del narrador puede comenzar con mayúscula o minúscula según la palabra con que se inicie.

Textualmente de la RAE: “Si va introducido por un verbo de habla (decir, añadir, asegurar, preguntar, exclamar, reponer, etc.), se inicia en minúscula, aunque venga precedido de un signo de puntuación que tenga valor de punto, como el signo de cierre de interrogación o de exclamación”. Es lo que sucede en los casos 1, 2 y 3, y también en el siguiente ejemplo: 

¡No tenías que haber venido! exclamó Juan, visiblemente molesto. (6)

Continúa la Academia: “Cuando el comentario del narrador no se introduce con un verbo de habla, las palabras del personaje deben cerrarse con punto y el inciso del narrador debe iniciarse con mayúscula”. Sin embargo, la Ortografía de la lengua española (RAE 2010), cambia un tanto la regla, que ya no es tan tajante cuando agrega que la mayúscula debe colocarse solo cuando "el parlamento precedente constituye un enunciado completo". Veamos dos ejemplos: 

Te agradezco que hayas venido. Juan se puso de pie con calculada lentitud, mientras le clavaba una mirada penetrante. Ahora puedes largarte. (7)

—¡No tenías que haber venido! —Y le cerró la puerta en las narices. (8) 

Obviamente, si la primera parte del parlamento termina en punto o en signo de exclamación (o interrogación),  cuando este continúa, como ocurre en el ejemplo 7, debe iniciarse con letra mayúscula. 
Hasta aquí están contemplados todos los casos que recogía el DPD. No obstante, la Ortografía de 2010, contempla un caso más: "Cuando el comentario del narrador —que no se inicia con verbo de habla se intercala en mitad de un enunciado, el texto del inciso se inicia con minúscula:

—¡Lo que acabas de decir —me miraba con reprobación— está totalmente fuera de lugar!

Para hacerlo más evidente, colocaré a continuación algunos de los errores más comunes, todos extraidos de samples de Amazon: 

- Decidiste venir - dijo Juan, frunciendo el entrecejo - aunque te pedí que no lo hicieras.

-Decidiste venir- dijo Juan, frunciendo el entrecejo -aunque te pedí que no lo hicieras-.

  Decidiste venir dijo Juan, frunciendo el entrecejo aunque te pedí que no lo hicieras.

Decidiste venir dijo Juan, frunciendo el entrecejo. Aunque te pedí que no lo hicieras.

Decidiste venir dijo Juan, frunciendo el entrecejo aunque te pedí que no lo hicieras.

Decidiste venir.  Dijo Juan, frunciendo el entrecejo aunque te pedí que no lo hicieras.

Decidiste venir dijo Juan, frunciendo el entrecejo aunque te pedí que no lo hicieras.


Espero que estas indicaciones te sean de utilidad.  Si te ha gustado el artículo, te invito a expresarlo en un comentario. También puedes preguntar por esta vía cualquier duda sobre este tema u otro.

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viernes, 4 de julio de 2014

Herramientas de autocorrección: cómo evitar el queísmo


Con una simple pregunta puedes evitar cometer este error tan extendido en el lenguaje oral y escrito 

El queísmo, definido por la Real Academia Española (RAE) como “la supresión indebida de una preposición (generalmente de) delante de la conjunción que, cuando la preposición viene exigida por alguna palabra del enunciado”, es un fenómeno que hoy por hoy está sumamente arraigado en la manera de hablar y escribir el idioma español. 

Es muy común en el lenguaje oral, pero lo he visto innumerables veces en todo tipo de textos y también con bastante frecuencia –lamentablemente-, en los libros digitales autopublicados. 

¿Por qué está tan extendido el queísmo?  

Es muy fácil detectar a su opuesto, el dequeísmo, que consiste exactamente en lo contrario: “uso indebido de la preposición de delante de la conjunción que cuando la preposición no viene exigida por ninguna palabra del enunciado”. Todos estamos de acuerdo en que decir: Pienso de que conseguiremos ganar el juego es un error garrafal; y el corrector ortográfico de Word nos lo señala de inmediato. Pero si decimos: Estoy seguro que conseguiremos ganar el juego, la cosa ya no está tan clara y de hecho el propio corrector de Word lo pasa por alto. Sin embargo, el segundo es un error tan garrafal como el primero.

Ya tenemos una explicación de por qué está tan extendido: es un error más sutil y por tanto no tan fácil de detectar. Sin darnos cuenta lo exportamos del lenguaje oral. Sí, pero ahí no se agota el asunto. A veces también un exceso de celo nos lleva a caer en el queísmo. Tememos poner esa horrible “de” de más y nos vamos al otro extremo, evitándola dónde sí es necesario que esté.  

¿Cómo evito el queísmo? 

La RAE describe varias reglas ortográficas aplicables a diferentes posibilidades de este error, pero creo que pocos podrán tener el tiempo y la paciencia para asimilarlas todas. Hay una manera mucho más sencilla, que la propia Academia nos propone: “transformar el enunciado dudoso en interrogativo. Si la pregunta debe ir encabezada por la preposición, esta ha de mantenerse en la modalidad enunciativa. Si la pregunta no lleva preposición, tampoco ha de usarse esta en la modalidad enunciativa”.  

Veamos unos ejemplos, comenzando por los de arriba. Pienso de que conseguiremos ganar el juego. La pregunta aquí sería: ¿Qué pienso? Pienso que conseguiremos ganar el juego. O sea, si la pregunta comienza con “qué”, el “de” sobra, pero en ese caso ya lo teníamos claro. Veamos la otra oración: Estoy seguro que conseguiremos ganar el juego. La pregunta sería: ¿De qué estoy seguro? Estoy seguro de que conseguiremos ganar el juego. ¿Lo ven? Es muy sencillo.

Probemos con otro caso muy común: Tarde me di cuenta que me estaban engañando. ¿De qué me di cuenta tarde? Me di cuenta de que me estaban engañando.


Por último, veamos un ejemplo con otra preposición que no es “de”: El profesor insistió que teníamos que llegar temprano. ¿En qué insistió el profesor? Insistió en que teníamos que llegar temprano. 

Creo que ha quedado claro. No le demos más vueltas. Ante la duda, hagamos la pregunta. Y si se les complica, por aquí pueden consultarme. También, si es muy urgente, pueden hacerlo por Twitter y Facebook, de preferencia de forma pública, para que otros puedan beneficiarse también de la aclaración. Siempre que esté conectada trataré de contestarles lo antes posible.

Una última precisión que también nos hace la RAE: “Los verbos advertir, avisar, cuidar, dudar e informar, en sus acepciones más comunes, pueden construirse de dos formas: advertir [algo] a alguien y advertir de algo [a alguien]; avisar [algo] a alguien y avisar de algo [a alguien]”. Esto significa que en estos casos podemos ahorrarnos la pregunta, y colocar la modalidad que nos suene mejor.  


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lunes, 9 de junio de 2014

Evaluación y corrección: una necesidad de los escritores autopublicados

Escribiste una novela, tus amigos te dijeron que estaba bien, tú también lo creías y la colocaste en Amazon. Entonces los lectores empezaron a hacerte críticas que te molestaban, pero que en muchos casos llevaban razón. ¿Cómo evitar esta situación? Una vez terminada la escritura, pon la obra en manos de un profesional que la evalúe y le dé los toques finales necesarios antes de enfrentarla con el público

 
Con la gran ventaja que tienen los autores autopublicados o "indies" de poder colocar sus obras al alcance de los lectores al margen de las editoriales (y de sus controvertidos criterios de selección) surgen también algunas debilidades. La primera ya es conocida: no cuentan con una amplia plataforma publicitaria que las ubique, ya de entrada, en el punto de mira de gran parte del público. Esa desventaja la han ido paliando por sí mismos, a través de la autopublicidad en las redes sociales, con técnicas de promoción cruzada y otras vías, cada una más creativa que la otra.

Es un trabajo arduo y poco a poco se va logrando llegar a los lectores. Y es aquí cuando entra en juego otra debilidad, que puede hacer que todo ese esfuerzo se vaya por la borda. Al no haber pasado por el proceso de valoración y corrección exhaustiva a que serían sometidos si fueran publicados a través de una editorial, una buena parte de los libros autopublicados tienen, en mayor o menor grado, problemas de calidad, tanto formal como literaria.

Entre los libros autopublicados abundan los problemas de corrección, tanto ortográfica como gramatical: son comunes los errores de concordancia tanto de número, como verbal; el uso incorrecto de la coma, y la inadecuada puntuación de los diálogos, entre otros. A esto se le suman algunos vicios estilísticos bastante comunes, como las temidas repeticiones y el uso excesivo de adjetivos o adverbios. Todo ello aun tratándose de buenas historias, algunas incluso narradas de forma magistral. En otros casos, la novela en cuestión puede estar bien corregida, pero salta a la vista que, de haber sido evaluada con anteroridad, se le hubieran hecho algunas recomendaciones para mejorar la estructura, trabajar más un personaje, ajustar el manejo del tiempo, eliminar irregularidades con el narrador, pulir los diálogos, u otros aspectos por el estilo. Para usar una expresión muy venezolana, muchos de estos libros están un poco "crudos". 

Someter una obra literaria a la consideración de amigos y parientes puede dar la falsa sensación de que todo está bien. Ellos, por ser allegados, nunca nos dirán nada que pueda hacernos sentir mal, sin contar con que en su mayoría no tienen los conocimientos necesarios, y si la historia les parece interesante o entretenida, solo le dedicarán halagos, y eso no es lo que necesitamos en ese momento tan delicado donde debemos decidir si la obra es publicable o no. También la corrección propia tiene limitaciones, pues por estar tan compenetrados con el texto, muchos errores nos pueden pasar desapercibidos.

Todo esto ya es preocupante cuando los libros son colocados a la venta en formato digital, pero a ese nivel todavía hay solución. Se convierte en un problema más grave cuando estas obras son impresas en papel. Entonces ya no hay remedio, y esas páginas pasarán de mano en mano, como eternos testigos de la dejadez de sus autores.

Por todo lo anterior, creo que lo más recomendable para un autor que finaliza la escritura de una novela, u otra obra literaria, es ponerla en manos de un profesional que la valore y le dé los toques finales de modo que esté perfectamente apta para enfrentarse con el público. Creo que si quieren presentarles una verdadera batalla a las editoriales los indies tienen que estar a la altura de este desafío.