sábado, 7 de abril de 2018

Adverbios terminados en -mente: ¿“Real-mente” hay que borrarlos del mapa?



Los adverbios terminados en -mente tienen una terrible fama. Se los acusa, entre otras cosas, de ser empobrecedores del lenguaje y se ha llegado a recomendar que sean eliminados por completo de las obras literarias. En este artículo expreso mi opinión no tan radical al respecto y propongo una guía de cómo proceder ante estos adverbios que puede ayudar a cualquier escritor a tomar, en cada caso, la decisión más correcta y enriquecedora para su texto

 
En otro post, hace ya algún tiempo, hablé de los adjetivos y de cómo el abuso de ellos podía, en lugar de enriquecerlo, tornar un texto insulso y falto de sentido. Hay opiniones muy radicales al respecto y la mía, que ya dejé clara en esa ocasión, es que tienen una función concreta, y que utilizados con mesura y buen tino pueden ayudar a dar determinados matices que de otro modo no se conseguirían.
Hoy quiero hablar sobre otra de esas categorías gramaticales que los puristas de la Literatura pretenden exorcizar, esta con mucha más vehemencia si se quiere: los adverbios de modo terminados en -mente. Se los critica muy duramente y algunos –encabezados por Gabriel García Márquez, quien declaró haberlo logrado en algunas de sus novelas– llegan a aconsejar que sean desterrados por completo, casi como si se tratara de errores ortográficos. El fallecido Nobel de Literatura los consideraba un “vicio empobrecedor” y estaba convencido de que su obsesión por eliminarlos lo “obligaba a encontrar formas más ricas y expresivas”.
En eso estoy de acuerdo con él. Es cierto que los adverbios terminados en -mente pueden empobrecer bastante el estilo, porque son palabras muy largas, que si se repiten muy cerca unas de otras hacen el lenguaje bastante cacofónico y muchas veces no aportan ninguna información extra más allá de la que ya está incluida en el verbo o adjetivo al que modifican, o sea, que –simplemente– sobran. (Este inciso, que he colocado con toda intención, es un ejemplo de ello, este adverbio está de más. Aporta en todo caso algo de énfasis, al estilo en que lo haría una muletilla, pero si lo eliminamos, notaremos que no era en absoluto necesario).
Sin embargo, no comparto el criterio de que estos adverbios tengan que descartados por completo. Creo que como toda categoría gramatical tienen una función que desempeñar y si bien no apruebo su uso indiscriminado, sí existen casos en que están justificados o en los podrían ser, incluso, la mejor alternativa posible para expresar algo.

 Sustituir no es siempre una opción


Quienes abogan por su total eliminación aportan con frecuencia listas de locuciones sustitutas al adverbio terminado en -mente, empleando una preposición y colocando el sustantivo del que deriva el adjetivo raíz. Algunos ejemplos a continuación:

Esto sí es inadmisible: varios adverbios terminados en -mente tan cercanos en un texto.
Actualmente / en la actualidad
Afectuosamente / con afecto
Cariñosamente / con cariño
Aparentemente / en apariencia
Detalladamente / con detalle
Bruscamente / con brusquedad
Diariamente / a diario
Finalmente / para finalizar
Realmente / en realidad
Mayormente / en su mayoría
Completamente / por completo

Muchos de estos sustitutos pueden funcionar, sobre todo si el único pecado del adverbio terminado en -mente en cuestión es el de ser una palabra demasiado larga, o si son usados para evitar que la reiteración del -mente resulte tediosa. Pero también estas locuciones sustitutas deben ser empleadas con mesura. Aunque suelen ser la solución más fácil para deshacerse de estos “odiados” adverbios, no siempre constituyen la más idónea.
Es necesario analizar, además, si el sentido que el adverbio pretende aportar es necesario, si no está actuando como simple muletilla o para llenar un vacío de contenido genuino. En ese caso, el sustituto resultará tan empobrecedor como el propio adverbio.
Y por último, un abuso de estas locuciones, en su mayoría iniciadas por “con”, puede devenir en el mismo efecto cacofónico, al repetirse en exceso esta preposición en el texto. Eso sin contar con que no todos los adverbios terminados en -mente tienen una locución sustitutiva que resulte apropiada, o más elegante que el propio adverbio, y el resultado podría terminar siendo peor, como en el ejemplo siguiente:

Estoy totalmente seguro de lo que te digo

Estoy seguro de manera total de lo que te digo

Esta opción –que es propiamente descriptiva de la función del adverbio terminado en -mente cuando modifica a un verbo: indicar de qué forma se realiza la acción– pocas veces resulta un sustituto preferible, por eso es que siempre debemos valorar qué resultaría lo más idóneo en cada caso, y no sustituir el adverbio solo porque sería un “pecado” utilizarlo.
En resumen, si vamos dispuestos a despejar nuestro texto de este “vicio empobrecedor”, no creo que la solución sea una sola, necesitamos considerar cada caso en su contexto para decidir el modo más apropiado de proceder.

Mi guía personal

Antes de sentarme a escribir este artículo estaba todavía algo confusa al respecto y decidí hacer un experimento. Como además de correctora soy escritora, aproveché que estaba repasando mi primera novela, Bisexual –publicada por primera vez hace unos diez años, cuando aún no me dedicaba profesionalmente a la corrección–, antes de subirla a Createspace, e hice una búsqueda de estos adverbios colocando “mente” en el buscador en Word. Encontré una buena cantidad y en cada caso los sometí a un estricto análisis para determinar si era factible eliminarlos y de qué manera.
¿El resultado? Me deshice de buena parte de ellos, a veces solo quitándolos, otras sustituyéndolos por otra manera de decir lo mismo, y también hubo ocasiones en que decidí mantenerlos. Y de esta experiencia obtuve algunas hipótesis que luego busqué refrendar consultando algunas obras de importantes escritores de nuestro idioma.
A continuación una pequeña guía que a mí me ha funcionado de cómo actuar en presencia de un adverbio terminado en -mente.


Paso 1- Lo primero que hago es cuestionarme si es necesario el adverbio. La primera prueba es eliminarlo y volver a leer la oración, resulta sorprendente en muchos casos darse cuenta de que no hacía ninguna falta. En ese caso, lo eliminamos y punto.

Yo creía que mi amigo exageraba, pero la chica era realmente muy hermosa.

He empleado este adverbio en primer lugar porque es uno de uso muy extendido y se podría decir que, la mayoría de las veces, indiscriminado, por lo que ha devenido en una especie de muletilla que nos da la falsa impresión de que la oración tiene más contenido, resultando casi siempre todo lo contrario. Eso se hace extensible también a su sustituto “en realidad”, también muy utilizado.
Analizaré sus componentes: real - mente. Quiere decir algo así como “de manera real”. Implica entonces que estamos haciendo una afirmación y recalcando que es verdadera. (O cuestionando la veracidad de algo, que es el modo en que lo he usado, con toda intención, en el título de este artículo). Porque su presencia solo se justifica en caso de que exista una duda previa que deba ser aclarada.
Si vuelvo a la oración, puedo notar que, en efecto, existe una duda previa, pero veamos qué sucede si realizo la primera prueba, y lo elimino:

Yo creía que mi amigo exageraba, pero la chica era muy hermosa.

¿Ha sufrido alguna pérdida de sentido la oración? En absoluto, porque la existencia de una duda previa ya era patente en la primera parte del enunciado, no era necesario recalcarlo con el adverbio. O sea, que estaba de más. Aunque yo en mi afán perfeccionista haría una pequeña modificación, que me permitiría, además, eliminar el “pero”, algo que nunca está de más, ya que en otra ocasión podría ser más necesario y así no incurriremos en su repetición innecesaria:

Mi amigo no exageraba, la chica era muy hermosa.

Otros casos en que puede ser eliminado limpiamente el adverbio:

No quería volver a verlo, simplemente lo detestaba.


No quería volver a verlo, lo detestaba.
 

En este caso el simplemente solo intaba dar lago enfasis o ritmo a la frase, pero también podía eliminarse sin consecuencias. Como hemos podido observar, la decisión de eliminarlo no depende del propio adverbio, sino del modo en que está haciendo usado y de su contexto particular. 

Paso 2- Si al intentar eliminar el adverbio, noto que aporta en verdad un matiz que no está contenido en la palabra a la que modifica o en el contexto, o sea, que quitarlo sin más no es una opción, puedo hacer varias cosas: 


a) Usar una locución adverbial preposicional como las de la lista que aparece más arriba, siempre que resulte apropiada. Es la solución más fácil y funciona en gran parte de los casos.

Se apartó bruscamente de ella.

Se apartó de ella con brusquedad.


Me sentía muy cómodo en su compañía y a él, evidentemente, le sucedía lo mismo.

Me sentía muy cómodo en su compañía y era evidente que a él le sucedía lo mismo.


Nunca me cansaré de repetir que siempre hay cuestionarse estas sustituciones en su contexto y valorar si la frase que se coloca en lugar del adverbio es en verdad una mejora para el estilo.
 

b) Sustituir la palabra que el adverbio modifica por otra que sí contenga el matiz, haciendo al adverbio innecesario.

Sus dedos contactaron levemente.

Aquí el adverbio cualifica al verbo “contactar”. Si lo sustituimos por la correspondiente locución preposicional, veamos qué sucede:

Sus dedos contactaron con levedad.

Creo que queda claro que el remedio sería peor que la enfermedad. Sin embargo, el verbo es demasiado genérico para lo que quiero transmitir. Entonces la solución es cambiar de verbo, usando uno que contenga en sí mismo el matiz que me interesa, lo que haría innecesaria la presencia del modificador:

Sus dedos se rozaron.

El verbo “rozar” ya implica que el contacto es leve y hemos evitado el adverbio terminado en -mente y también sus –en este caso– poco recomendables sustitutos.

c) Emplear otras palabras que también impliquen el matiz. Un ejemplo con el mismo adverbio:

Su mano junto al interruptor se movió levemente y encendió la luz.

Su mano junto al interruptor se movió unos centímetros y encendió la luz.


O tal como hice en uno de los primeros párrafos de este artículo, usar un sustantivo en lugar de un verbo y entonces solo necesito el adjetivo raiz y me ahorro la terminación -mente.


Quienes abogan por eliminarlos totalmente...

Quienes abogan por su total eliminación...


d) Si nada de lo anterior resulta y sigo necesitando el matiz, tengo la opción, también válida, de conservar el adverbio terminado en -mente, mucho más válida si ya he venido eliminando otros de os alrededores, de manera que no caeré en el pecado de la cacofonía. A continuación varios ejemplos:

Se arreglaba maquinalmente los rubios cabellos y lo miraba con los ojos muy abiertos.

He tomado esta frase de la novela Cinco esquinas de Mario Vargas Llosa, por cierto, otro premio Nobel que ha sido menos radical en este sentido. Confieso que he encontrado pocos adverbios terminados en -mente en la novela y aunque no me atrevería a asegurar que todos constituyen la opción más eficaz para expresar lo que se proponía el autor en cada caso, sí tienen algo en común: siempre le aportan un matiz extra a la palabra a la que modifican; el adjetivo del que provienen es complejo, pleno de sentido, no son de esos adverbios vacíos de contenido que se utilizan como muletillas buscando dar algun tipo de énfasis. Ninguno de ellos podría ser eliminado sin más, aunque sí es posible que en algún caso pudiera haberse sustituido por una variante más "creativa". Pero de eso hablaré más adelante.
Retomando la frase de Vargas Llosa, el adverbio maquinalmente se forma a partir del adjetivo maquinal, que expresa la cualidad de realizar cualquier acción “como una máquina”, y debemos convenir que ni la locución antes mencionada, ni su variante “de manera maquinal”, serían mejores opciones que el propio adverbio.


Se arreglaba como una máquina los rubios cabellos y lo miraba con los ojos muy abiertos.                                    

Se arreglaba de manera maquinal los rubios cabellos y lo miraba con los ojos muy abiertos. 

Estamos de acuerdo en que este es un caso de uso atinado del adverbio terminado en -mente, si no la mejor manera posible, al menos una bastante efectiva de expresar cómo era el estado anímico del personaje en ese momento, matizando el modo en que se arreglaba los cabellos. El adverbio realmente aporta sentido al enunciado. Y si tomamos en cuenta que al menos en una página antes y otra después no hay ningún otro adverbio terminado en -mente, tampoco hay peligro de repetición. Veamos otro ejemplo tomado de la misma novela:

…tenía la cabeza ida, concentrado hipnóticamente en su problema.

Su concentración era tal, que resultaba hipnótica, un matiz que no está incluido en el participio en función adjetiva concentrado.
Algunos intentos por sustituirlo no resultarían más elegantes:

… tenía la cabeza ida, concentrado de manera hipnótica en su problema.


… tenía la cabeza ida, tan concentrado en su problema, que parecía hipnotizado.

Aprovecho aquí para apuntar que el uso del tan que podría ser otro modo de escapar del adverbio terminado en -mente, pues también implica modo, pero requiere usar muchas más palabras, como podemos ver en el último ejemplo, y no siempre serían la opción más enriquecedora.
El siguiente ejemplo lo tomé de una escena de la novela Rayuela, de Julio Cortázar, que se encuentra recogida en mi blog Erotismo en palabras.
 

…parecía denunciar oscuramente su soledad enredada de simulacros.

Es obvio que aquí el adverbio aporta un matiz y no solo eso, constituye en sí mismo una metáfora, porque no está siendo usado de forma literal
, más aún en su relación con el verbo que lo precede, también dotado de un sentido que rebasa al de la palabra en sí. ¿Cómo podríamos sustituirlo? 

…parecía denunciar de forma oscura su soledad enredada de simulacros.

La alternativa no merece siquiera ser tomada en cuenta. Este es, sin dudas, un ejemplo claro en que un adverbio terminado en -mente puede ser la mejor forma de lograr el efecto que el escritor persigue. Veámoslo en contexto:

…de pronto un nuevo mar, un diferente oleaje lo arrancaba a los automatismos, lo confrontaba, parecía denunciar oscuramente su soledad enredada de simulacros.


Un último ejemplo de cómo uno de estos adverbios puede ser usado sin que constituya una blasfemia, lo he encontrado, paradójicamente (y este es un adverbio terminado en -mente que no tiene sustituto mejor, aunque debo reconocer que su uso ha sido bastante banalizado) en otra escena, también recogida en mi blog erótico, tomada de la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, quien, según se dice, lamentaba que cuando la escribió aún no había concientizado la necesidad de eliminar todos estos adverbios, así que la novela contiene algunos. 

Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura...

No haré comentarios esta vez. Puede ser un ejercicio interesante intentar eliminar con éxito este adverbio terminado en -mente sin restarle un apice de su contudencia a la frase. 

Paso 3- Y por último, siempre queda la solución menos facilista, y la que obviamente emplearía García Márquez en su cruzada, utilizar algún símil o metáfora que exprese, de una manera más elaborada, el matiz aportado por el adverbio terminado en -mente.

Para explicarlo invertiré el análisis y ejemplificaré con otra frase de la misma escena antes citada del Nobel de Literatura:

….chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre.

En lugar del símil “como un papel secante” que sirve como modificador del verbo “absorber”, una solución más fácil podría haber sido un adverbio terminado en -mente que expresara la manera en que la sangre fue absorbida por la hamaca:

….chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió totalmente la explosión de su sangre.

Sin duda se habría expresado la misma idea, aunque no habría tenido la misma fuerza y belleza que en la original. (No tengo idea de si este fue un caso en el que, al proponerse eliminar un adverbio terminado en -mente, García Márquez tuvo que encontrar una forma “más rica y expresiva”, pero como ejemplo me sirve a la perfección).
Si somos escritores podríamos tender a pensar que esta opción debería ser la que utilicemos la mayoría de las veces, pero cuidado, porque también el exceso de imágenes literarias puede convertir el estilo en algo tortuoso y complicado de leer. Todo en su justa medida. Una hermosa imagen resalta mucho mejor en una frase donde no hay tres o cuatro imágenes más y el resto de las palabras usadas son las correctas para apoyarla. 



Conclusiones

Espero que estas explicaciones y ejemplos hayan arrojado algo de claridad sobre este peliagudo tema y logrado demostrar mi punto de vista al respecto: que los adverbios terminados en -mente, como toda categoría gramatical, tiene una función en la oración y que pueden llegar a desempeñarla con eficacia si los utilizamos correctamente y sobre todo, con mucha moderación.
No creo que sea ningún pecado emplearlos, ni que haya que descartarlos todos a priori, como si se tratara de gazapos o errores ortográficos, porque podríamos, al tratar de evitarlos, caer en otros vicios igualmente empobrecedores. (Por cierto, este “igualmente” que acabo de usar me ha parecido insustituible para este caso particular).
Para resumir, recomiendo considerar cada adverbio en su contexto y eliminarlo en aquellos casos en que no esté aportando nada al texto. Pero si el matiz que estuviera añadiendo fuera pertinente, sería válido mantenerlo, más aún después de haber buscado –y no hallado– otras maneras más “elegantes” de expresar lo mismo con similar eficacia.
Y me atrevo a afirmar algo más, nuestro lenguaje será mucho más rico y variado si no excluimos de él ningún tipo de palabra. No hay razón para “borrar del mapa” ninguna categoría gramatical. Si bien en muchos casos el uso indiscriminado de estos adverbios puede resultar facilista y empobrecedor, cuando vemos que alguien con un ejemplar dominio del idioma es capaz de insertarlos con éxito en sus textos, ello podría resultar, incluso, enriquecedor. Hemos visto algunos ejemplos aquí y hay muchísimos más en la buena Literatura. 




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