domingo, 19 de agosto de 2018

Herramientas de autocorrección para escritores: el leísmo

El leísmo es un tema complejo y la propia Real Academia Española (RAE) lo admite. Ya el artículo al respecto en el Diccionario panhispánico de dudas (DPD) del 2005 era largo y complicado, pero para escribir este artículo he recurrido al texto más actualizado al respecto: la Nueva gramática de la lengua española (RAE 2009).

En las páginas de dicha obra en que se trata este fenómeno lingüístico (2012-2024) se habla de su origen, de su distribución geográfica, de los diferentes grados de corrección o incluso aceptación social de sus diferentes variantes, se mencionan casos excepcionales y al terminar de leerlas te queda la incómoda impresión de que no hay nada definitivo al respecto. Estás buscando una regla a la que adherirte y solo encuentras aproximaciones, y esto sucede porque la lengua es dinámica y lo más que pueden hacer los gramáticos es describir lo que en su devenir va aconteciendo e intentar darle explicaciones más o menos ajustadas a determinados comportamientos que, por su uso y aceptación, terminan siendo aceptados como reglas de lo que podría llamarse el buen escribir.

Lo que logré comprender de esa incursión lectora será lo que exponga en este artículo, del modo más didáctico y asequible que me sea posible, de manera que quienes consultan con regularidad este blog tengan a mano una herramienta más que les permita ir depurando sus textos y alcanzando cada vez una mejor práctica de la escritura desde el punto de vista formal. 


¿Qué es el leísmo?


Primero que nada vamos a definirlo. Según el Diccionario panhispánico de dudas, llamamos leísmo al “uso impropio de le(s) en función de complemento directo, en lugar de lo (para el masculino singular o neutro), los (para el masculino plural) y la(s) (para el femenino), que son las formas a las que corresponde etimológicamente ejercer esa función”. 

Por su parte, la Nueva gramática resulta menos radical al definirlo. Nos explica que los pronombres átonos en tercera persona (la, lo, los, las, le, les) heredaron  del latín una falta de distinción de caso que los condujo en dos direcciones: “En una de ellas, que alcanzó mayor difusión, son los pronombres dativos le, les, procedentes del dativo latino illi /illis, los que adquieren las funciones de los pronombres acusativos”. Recordemos que los pronombres del caso dativo son los que hacen función de complemento indirecto y los del caso acusativo, desempeñan la de complemento directo. Continúa la obra: “El fenómeno que ilustra esta extensión se denomina leísmo y los hablantes que lo practican se llaman leístas”. Aclara, además, que estos pronombres dativos son utilizados en los contextos en que se requieren pronombres del acusativo, sin dejar por ello de ser empleados también como dativos. 


Observemos que a diferencia de la definición de 2005, la de 2009 es mucho más neutral: explica la génesis del fenómeno y lo describe a fondo, sin emplear frases tales como “uso impropio” ni tomar partido respecto a lo que es etimológicamente correcto. Esto no es casual ni significa que los académicos hayan cambiado de opinión. Hay que tomar en cuenta que el Diccionario panhispánico de dudas es una obra creada para la consulta y su utilidad reside justamente en ofrecer una respuesta lo más clara posible a las interrogantes respecto al uso correcto de la lengua. Mientras el DPD pone mayor énfasis en la norma, la Nueva gramática —y esto nos lo aclara precisamente en su prólogo— se encarga de acentuar los diversos factores pertinentes en la descripción y aborda un gran número de cuestiones que carecen de una vertiente estrictamente normativa. Agrega que, aunque son muy escasas las construcciones en las que se pueden encontrar diferencias entre ambas obras respecto a las normativas, en la Nueva gramática están mucho más matizados los criterios y el estudio de dichas construcciones está mucho más pormenorizado.


No obstante, ya que he realizado una lectura a fondo de esta temática, intento a continuación presentarla de la manera más concisa posible, no como un listado de reglas, pero sí como una guía razonada que permita comprender los matices de este fenómeno y tomar de acuerdo a ello las decisiones más ajustadas. En aquellos casos en que la obra es más precisa respecto a la incorrección o desaconseja expresamente su uso, lo destacaré usando el color rojo, lo cual no significa que si algo no está en rojo sea necesariamente lo correcto, es importante leer con detenimiento las explicaciones y matices.
 

Tipos de leísmo 


 La Nueva gramática de la lengua española desglosa el leísmo antes definido en tres tipos fundamentales:

A. Leísmo de persona (masculino): se usa le como acusativo con sustantivos masculinos de persona.
A Juan le encontré junto a la fuente / A Juan lo encontré junto a la fuente.
 
B. Leísmo de persona (femenino): se usa le como acusativo con sustantivos femeninos de persona.
Detuvo a la chica y le miró a los ojos / Detuvo a la chica y la miró a los ojos.
 
C. Leísmo de cosa: se usa le como acusativo con sustantivos de cosa.
Saqué el monedero y le puse sobre la mesa / Saqué el monedero y lo puse sobre la mesa.
 
El leísmo de persona se separa en dos grupos, porque la alternancia de género da lugar a dos tipos de construcciones con notable variación geográfica y social. El leísmo de tipo A es infrecuente en el español de América, con algunas excepciones, y es la forma más frecuente en España, donde, sin embargo, su distribución geográfica es irregular. Fue incluso la construcción más recomendada por la RAE hasta la cuarta edición de su Gramática en 1796; es por ello que predomina en muchos textos medievales y clásicos, y son leístas muchos escritores antiguos y modernos de todas partes de la península, como Cervantes, Quevedo y Azorín, entre otros. Esta variante de leísmo, además, se ha extendido en la lengua culta y gran número de prestigiosos escritores españoles contemporáneos la emplean, por lo que “no se considera incorrecta”.


Si bien esta forma de leísmo no se considera incorrecta —y esta es mi opinión personal y la que intento transmitir a los autores cuando corrijo sus textos—, yo no recomiendo usarla en textos literarios, sobre todo en la narración. Utilizarlo en el diálogo es más aceptable —por ser precisamente algo propio del habla coloquial de determinadas zonas de España—, tal como lo es el uso de determinada jerga o expresiones locales en dependencia de la procedencia del personaje o la ubicación geográfica de la obra. 


El uso en plural del leísmo de tipo A es más común en la lengua oral que en la escrita, y para esta última “no se recomienda”. En este caso aplica igual para ambos géneros.

Cuando llegaron les recibí amablemente. / Cuando llegaron los recibí amablemente.
Las chicas estaban gritando y les hice callar. / Las chicas estaban gritando y las hice callar.


Alternancia objetiva


Explica la obra de 2009 que debido a la presencia de usos leístas y no leístas incluso en textos de un mismo autor y hasta coincidiendo su empleo en el mismo verbo, se ha ampliado el estudio de este fenómeno en busca de posibles alternancias objetivas en el sistema gramatical. Se ha constatado que, en efecto, existen ciertos verbos que favorecen el uso leísta porque están sujetos a la alternancia dativo-acusativo. Veamos el ejemplo más tratado en el texto, con el verbo creer:
    

María hizo su declaración en el tribunal, pero…
a)…el jurado no le creyó (la declaración). (o …el jurado no se la creyó)
b)…el jurado no la creyó (a ella).
 
Obsérvese que ambos casos no son idénticos, en el a) el pronombre le estaría correctamente utilizado como dativo, ya que a María “no le creyeron sus palabras, lo que dijo en su declaración”, mientras que en el b) simplemente “no la creyeron a ella como persona”, y la es usado como acusativo. Este verbo admite ambos usos (alternancia de régimen), por ello aquí el empleo del le no se considera leísmo y como vemos en el ejemplo, se admite como correcto, aun cuando sea usado con el femenino. Pero, repito, solo cuando su función sea de complemento indirecto y esto se comprueba al usar el “se la” o “se lo” creyó, como en el segundo ejemplo del caso a). Algo similar ocurre con otros verbos como obedecer, acusar y ayudar.


Otros verbos de percepción, como escuchar, admiten también esta alternancia dativo-acusativo:

El hombre pudo verla, pero no la escuchó (hablar).
El hombre pudo verla, pero no le escuchó (la voz).

 Excepto en los verbos con las propiedades descritas antes, el leísmo de tipo B "se considera incorrecto".

 A Isabel la vi ayer en la plaza. / A Isabel le vi ayer en la plaza.

 Tampoco las construcciones de este grupo que muestran concordancia en femenino con complementos predicativos:

Le encontró acostada cuando llegó. / La encontró acostada cuando llegó.


Tampoco los animales


El leísmo de tipo C, de cosa (incluye objetos, eventos, situaciones, plantas y animales), se considera incorrecto en todo el mundo hispanohablante. En España está extendido en el lenguaje coloquial, sobre todo en singular, pero ambos casos la Nueva gramática recomienda evitarlos.
 Después de buscarle todo el día, al fin encontré el anillo perdido.      
         Después de buscarlo todo el día, al fin encontré el anillo perdido.


Otras excepciones


Un caso bastante excepcional en sentido contrario es el del verbo llamar, que usualmente se emplea con el acusativo:
 Llamé a María tres veces. / La llamé tres veces. / Le llamé tres veces.

Sin embargo, este verbo tiene un uso en que admite el caso dativo: cuando es utilizado en el sentido en que podría ser sustituido por “decir”, un verbo que es solo de dativo y no admite alternancia.

           A María le llamaban idiota y no se molestaba.
           A María le decían idiota y no se molestaba. 

Este es probablemente uno de los pocos casos de verbos de dativo que admiten complementos predicativos sustituibles por pronombres en acusativo.

           Se lo llamaban y ella no se molestaba.
           Se lo decían y ella no se molestaba.

También se admite el pronombre le/les cuando el otro complemento está formado por un pronombre neutro.

            Yo no le llamaría a eso amistad.      
                    Yo no le diría a eso amistad.

 

Complemento predicativo y leísmo


Suelen ser comunes construcciones leístas formadas con complementos predicativos. Estás son incluso admitidas por hablantes no leístas que no aceptarían la mayoría de los casos de leísmo. Por ejemplo: 
No admitirían:  A Juan le vieron en la calle.
Pero sí:  A Juan le vieron salir a la calle.

No admitirían:  A Pedro le eligieron para ese cargo.
Pero sí:  A Pedro le eligieron alcalde.

 Este caso se usa muy poco en el caso plural y en el femenino sigue siendo desaconsejado.

             A María le eligieron alcaldesa / A María la eligieron alcaldesa

 Otro caso polémico son las oraciones impersonales reflejas, donde el grupo “se le” es usado ampliamente por hablantes no leístas.

Se le advirtió con tiempo.
Se le acusa de varios delitos.

Se acepta también en el plural:

Se les advirtió con tiempo.
Se les acusa de varios delitos.

Menos frecuente en el femenino, tiene, sin embargo, un uso bastante extendido en ciertas zonas de América:
A Isabel se le advirtió con tiempo.
A Isabel se le acusa de varios delitos.

La academia trata esta excepción de las impersonales reflejas como “polémica” y se limita a describir su extensión geográfica, de lo que yo inferiría que su uso debería estar sujeto a la discreción del autor y no ser considerado un error a priori. 

 

Procesos anímicos


Los verbos que designan procesos anímicos y producen reacciones anímicas y físicas muestran también la alternancia dativo-acusativo, a menudo con consecuencias para su significado: agradar, divertir, aburrir, impresionar.

Tiende a usarse acusativo cuando un agente externo lleva a cabo alguna acción voluntaria que produce un efecto en quien la recibe

Siento molestarla, señora.
Su mujer lo impresionó con su nuevo corte de pelo

Tiende a usarse el dativo cuando lo que provoca el efecto es una causa externa, aunque en el español americano se usa también el acusativo en este segundo caso.

El frío no le afectaba ya como antes.
Le aburría la conversación de su compañero.

Se ha observado una tendencia a usar con estos verbos el acusativo con sujetos preverbales:

Aquella idea lo seducía

 Y preferirse el dativo con los sujetos posverbales:

Le seducía aquella idea.


Verbos de influencia


Verbos de influencia (solicitan o inducen comportamientos del destinatario):

1- Tipo ordenar (mandar, prohibir, impedir): se construyen con complemento directo de cosa e indirecto de persona.
Le ordenaron quedarse en casa.
Le prohibieron salir de casa.

2- Tipo invitar (animar, convencer, incitar, forzar): se construyen con un complemento directo y uno preposicional.
La invitaron a una cena.
Lo animaron a salir de casa.

En este segundo caso, hay mucha alternancia dativo-acusativo, sobre todo en América Central y las Antillas, incluyendo México. Esta alternancia es rara con sustantivos femeninos.


También los verbos atender y telefonear documentan la alternancia, así como avisar y advertir cuando implican transmisión de información.
Se suele omitir el complemento que designa al destinatario.

        No avisaron / No les avisaron


 

Lo cortés no quita lo…

 

Una variante de los tipos A y B es el leísmo de cortesía. Se le denomina así a su uso cuando corresponde a la forma "usted", y suele ser empleado por personas que no son leístas en otros ámbitos.
        Pase usted adelante, le atenderemos como se merece.      
               Usted es el jefe, debemos obedecerle sin chistar.

Como se ha podido observar a lo largo del artículo, hay algunas reglas y también una buena cantidad de matices a tomar en cuenta. En la imagen que acompaña esta publicación expongo los casos más comunes, las excepciones requerirán de una lectura más detenida.


Como siempre, cualquier duda o pregunta al respecto, la contestaré con gusto en los comentarios o en las redes sociales.

domingo, 27 de mayo de 2018

Nombre propio o común: ¿Mayúscula o minúscula?


Si no puedes decidir si usar mayúscula o minúscula con determinado sustantivo, puede que no esté claro si se trata de un nombre propio o común. Aprende cómo determinarlo

En este post me referiré a un tema que produce no pocas confusiones a la hora de escribir textos: el uso de las mayúsculas y minúsculas en los sustantivos cuando existe ambigüedad respecto a si están siendo tratados como nombre propio o como nombre común.

Comencemos recordando un poco los conceptos que utilizaremos, tal como son definidos en la Nueva gramática de la lengua  española (RAE, 2009).

Aclaremos ante todo de qué hablamos cuando decimos “sustantivo”. La obra antes mencionada lo define según varios criterios: morfológico (se caracteriza por admitir género y número, y participar en procesos derivativos y compositivos); sintáctico (forma grupos nominales con varias funciones sintácticas como sujeto y complemento directo, entre otras), y semántico (“…denota individuos, grupos, materias, eventos y muchas nociones que permiten agruparlos en varias clases gramaticales…”).

Aclara también la RAE que los sustantivos se dividen en comunes y propios. Tenemos el “nombre común o apelativo” que hace referencia a todos los individuos de una clase, categorizándolos según ciertos rasgos que comparten (personas, animales, acciones, lugares, y otras muchas entidades materiales o abstractas). Son nombres comunes, por ejemplo: perro, mujer, silla, río, teatro, viento, terquedad, simpatía, odio, celebración, en tanto están designando a esos grupos nominales en conjunto y no a unos de sus integrantes en específico. Entonces los nombres comunes nos informan sobre qué son las personas o cosas.

En cambio, los nombres propios nos indican cómo se llaman individualmente esas personas o cosas, pues se refieren a un ser determinado, sin delimitar su clase particular como entidad. Son nombres propios: Juan, Bogotá, Nilo, Noruega y aclara la RAE que a menos que formen parte de alguna locución, estos sustantivos no suelen aparecer en los diccionarios (aunque sí en la enciclopedias), ya que son capaces de designar a seres o entes únicos, pero no significados. Para diferenciarlos, entonces, los nombres comunes se escriben con letra inicial minúscula y los propios, con mayúscula.

La ambigüedad a la que hago referencia al inicio de este artículo y que induce a cierta confusión a la hora de seleccionar la letra inicial (mayúscula o minúscula) en ciertos sustantivos es más que nada de tipo semántico. ¿Designan estos sustantivos a un ente único o una clase de ellos?

La Nueva gramática antes mencionada explica ampliamente esa disyuntiva, mientras que, por otra parte, la Ortografía de la lengua española (RAE 2010) nos facilita las cosas, ofreciéndonos directamente las reglas a seguir. 
A continuación expondré las reglas ortográficas en los casos que más usualmente nos hacen dudar, pero no las enunciaré simplemente. Creo que nuestro desempeño, ya sea escribiendo o corrigiendo, será más eficaz si somos capaces de, en lugar de memorizarlas, deducir cuál es la opción correcta para nuestro contexto particular, por ello, haré referencia también a algunos argumentos gramaticales que nos permitan comprender el porqué de las reglas en sí.


Astros y planetas

Dice la Ortografía que es correcto escribir Sol, Luna y Tierra con mayúscula solo cuando se hace referencia a ellos en un contexto astronómico en el que son utilizados en tanto nombres de estrella, satélite o planeta respectivamente. Este texto de 2010 actualiza la regla que aparecía en el Diccionario panhispánico de dudas de 2005 (según el cual este uso estaba solo circunscrito a textos científicos de temática astronómica), cuando aclara que “un contexto astronómico puede darse en cualquier tipo de texto (una noticia periodística, una novela, una definición de diccionario, etc.) no solo en publicaciones y libros específicos de astronomía”. Un ejemplo sería esta frase, extraida de un texto de Wikipedia sobre los eclipses: 

Un eclipse solar es el fenómeno que se produce cuando la Luna oculta al Sol, desde la vista de la Tierra.

Esto resuelve la contradicción que se generaba con la anterior regla cuando sí era posible hablar de otros planetas o estrellas (Saturno, Mercurio, Urano, Casiopea, etc.) usando la letra mayúscula en contextos astronómicos ajenos al científico. 

Comparado con el planeta Tierra, el tamaño de Saturno es nueve veces mayor, y su órbita está nueve veces más lejos del Sol.

Continúa aclarando la regla de 2010 que, fuera de estos contextos astronómicos, estos tres nombres, tanto en su uso recto como metafórico, serán escritos con minúscula. 

Esa mañana observaron juntos la salida del sol desde su ventana.

La luz de la luna se reflejaba en sus ojos y les confería un brillo especial.

No hallarás un lugar de la tierra donde esconderte.

¡Gracias, amiga, eres un sol!

Cuando empezó a hablar me quedé en la luna.

No le echemos más tierra a ese asunto.


Signos del Zodíaco

Según el texto de 2010, los nombres de los signos zodiacales cuando hacen referencia a las casas o constelaciones que son recorridas por el Sol en su curso anual se escriben con letra inicial mayúscula: Tauro, Géminis, Leo, Escorpio, etc. (Este es, por cierto, otro ejemplo de un contexto en que los nombres Sol, Luna y Tierra son usados con mayúscula, pues son designados en tanto entidades astronómicas). 

El Sol está en la casa tres de Leo.

Las personas con la Luna en Aries son bastante inseguras.

También llevan mayúscula los nombres alternativos referidos a la representación visual de dichos signos: Toro (por Tauro), Gemelos (por Géminis), León (por Leo), etc.

Saturno se encuentra estos días en los dominios del Toro.

Los nacidos bajo el signo del Cangrejo suelen ser bastante susceptibles.

En cambio, cuando denominan a las personas nacidas bajo esos signos, estas palabras dejan de ser nombres propios para convertirse en comunes y se escriben con letra inicial minúscula. 

María es una capricornio en toda regla.

Los géminis cambian con mucha facilidad de parecer. 

¿Todos los leo son tan soberbios como tú?

Veamos un ejemplo más donde es posible notar la diferencia entre ambos usos:

Los tauro suelen ser personas muy tercas.

Las personas nacidas bajo el signo Tauro son muy tercas.


Personajes tipo

Los nombres propios de determinados personajes de ficción han devenido en nombres comunes debido a su amplio empleo a la hora de denominar a cierta clase de persona que comparte un rasgo típico con el personaje en cuestión: celestina, quijote, adonis, donjuán, mecenas, casanova.

A Juana le encanta hacer de celestina con sus amigos.

El joven pintor tuvo la suerte de conseguir un buen mecenas.

No te fijes en él, es todo un casanova.

La Ortografía especifica que esto aplica solo en los casos en que estas denominaciones se han hecho de uso común, no en aquellos que podrían usarse solo ocasionalmente.


Premios y condecoraciones

Según la Ortografía se escribirán con mayúscula inicial las palabras significativas que forman parte de la denominación oficial de premios, distinciones, certámenes y grandes acontecimientos culturales o deportivos: el Premio Cervantes, los Goya, la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, la Bienal de Venecia, los Juegos Olímpicos.

Sin embargo, si al hablar de estos premios nos referimos al objeto material que los representa o a la persona que los recibe, se utiliza la minúscula pues pasa a comportarse como nombre común:

Ese guionista ya ha ganado tres goyas. 

Apareció en una foto con su óscar en el periódico.

El nobel de física de este año saldrá en televisión.


Marcas comerciales

Otro ámbito en que el uso de la letra inicial puede prestarse a confusión es en el nombre las marcas comerciales de productos. En este caso tenemos tres modalidades según la RAE:

1- Los nombres de las marcas comerciales son nombres propios y se escriben con letra inicial mayúscula. (Mercedez Benz, Nokia, Fanta, Ariel, etc.).

2- Cuando los nombres de las marcas comerciales se utilizan para denominar individualmente  a productos de esa marca, siguen considerándose nombres propios y se escriben con mayúscula. (Me compré un Nokia, Mis autos preferidos son los Mercedes Benz).

3- Cuando los nombres de las marcas comerciales son usados para referirse, no ya a un producto de esa marca, sino a una clase de producto de similares características, sí se convierten en nombres comunes y por ende, se escriben con letra inicial minúscula y, al escribirse, deben adaptarse, cuando sea necesario, a las reglas ortográficas del castellano (en caso de no hacerse, deberían escribirse en cursiva, pues se considerarían palabras de otro idioma). A continuación varios casos:

Maizena (marca registrada) – maicena (sustantivo que denomina a la fécula de maíz, sea cual sea su marca comercial). 

Rimmel (marca registrada) – rímel (sustantivo que denomina al cosmético para las pestañas de cualquier marca).

Vaselline (marca registrada) - vaselina (sustantivo que denomina a la misma sustancia grasa sea cual sea su marca comercial).


Obras de arte

Cuando el nombre del creador de una obra de arte (ya sea nombre y apellidos como solo apellido), se utiliza para designar a una o varias de sus obras, mantiene la letra inicial mayúscula, para preservar la vinculación de la mencionada obra con su autor. 

Aquel Goya se vendió por un precio exorbitante. 

Había varios Picassos expuestos en la galería.


Inventos o fabricaciones 

Los objetos, aparatos, sistemas y productos que son denominados usando el nombre de su inventor, descubridor, fabricante o incluso de la persona que los popularizó, pasan a ser nombres comunes y se escriben con letra inicial minúscula, además de adaptarse, de ser necesario, a las reglas ortográficas del castellano: diésel, quevedos, zepelín, braille.


Denominación de origen

La anterior regla se extiende también al lugar donde fueron creados o de donde son originarios ciertos productos (denominación de origen), en caso de que dicho producto sea llamado por este nombre solamente, con lo que deviene en sustantivo común, e incluso su grafía debe ser adaptada al castellano en caso necesario: tequila, bermudas, damasco, champán.

Cuando el nombre del lugar donde fueron creados o de donde son originarios los productos forma parte de una denominación compuesta, se mantiene la mayúscula y la grafía original del nombre propio: queso de Cabrales, vinagre de Módena, naranjas de Rabinal.

Nótese que algunas de estar denominaciones de origen pueden compartir ambos casos en dependencia de cómo sea usado el nombre: vino de Rioja/rioja, tela de Vichy/vichí, vino de Oporto/oporto. Veamos un ejemplo:

Ayer tomé unas copas de un rioja que estaba buenísimo.

Pasé toda la noche tomando vino de Rioja.

Por último, las palabras que designan diferentes variedades o clases de productos o frutos se escriben siempre en minúscula, por su condición de nombres comunes: tempranillo, uva moscatel, queso feta, queso parmesano, albariño, reserva. 

Hasta aquí los casos que a mi entender generan dudas, si me ha faltado alguno y lo detectas, no dejes de indicármelo.

Un consejo de última hora

Si lo que aquí explico aún no te aclara a la hora de decidir si el uso de un determinado nombre propio (ya sea de un personaje de ficción o una marca comercial) es admitido como nombre común, tienes un último recurso. Ya que los sustantivos propios, como nos dice la Nueva gramática, no aparecen en los diccionarios, prueba a introducir el nombre dudoso con minúscula en el buscador del DRAE; si aparece con un significado, ya puedes estar seguro de que tiene ese uso. 


¿Te ha sido de utilidad este artículo? Me encantaría saberlo.

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