sábado, 21 de marzo de 2015

Herramientas para escritores: eliminar la coma asesina



La llaman así porque mata la oración. Al interponerse entre el sujeto y el verbo, corta la secuencia natural de la acción, despojándola de su sentido 

En esta ocasión hablaré de un error de puntuación bastante común: la coma que se interpone entre el sujeto y el verbo de la oración. La Ortografía de la lengua española es clara al respecto: es incorrecto escribir coma entre el sujeto y el verbo. Y no es una regla arbitraria:  al separar al sujeto, que es quien realiza la acción, del verbo, que es la propia acción, podemos decir que esta coma mata el sentido de la oración, al cortar su secuencia natural. Por eso la llaman “la coma asesina”.
En una oración sencilla esto es fácil de ver: 

María y Juan, entraron detrás de Pedro. 

Aquí el error es obvio: María y Juan es el sujeto; entraron, el verbo. Una coma los separa, y eso no solo contradice la regla: nos damos cuenta perfectamente de cómo se coarta la fluidez de la idea. Lo correcto sería: 

María y Juan entraron detrás de Pedro. 

Vamos a complicarla un poco más: 

María, Víctor, Teresa y Juan, entraron detrás de Pedro. 

Incorrecto también. No importa cuántos sustantivos se enumeren como parte del sujeto, todos ellos son modificados por el verbo y por tanto, no pueden estar separados de él por una coma. Lo correcto sería: 

María, Víctor, Teresa y Juan entraron detrás de Pedro. 

Veamos otro ejemplo más complejo: 

El nutrido grupo de personas que se agolpaba en la puerta intentando entrar, impedía cualquier acceso a la oficina.
  
Aquí no está tan claro, ¿verdad? Y sin embargo, el error sigue siendo el mismo, hay una coma entre el sujeto y el predicado. Solo que el sujeto en este caso es muy largo y el sentido común (al que no siempre es recomendable seguir cuando de reglas gramaticales se trata) nos sugiere que podríamos hacer una pausa antes de continuar. Y de hecho podemos hacerla, pero solo al leer la oración.

Respecto a esto dice literalmente la Real Academia Española: “Cuando el sujeto es largo, suele hacerse oralmente una pausa antes del comienzo del predicado, pero esta pausa no debe marcarse gráficamente mediante coma”. 

El nutrido grupo de personas que se agolpaba en la puerta intentando entrar || impedía cualquier acceso a la oficina

Según la propia RAE, solo existen dos casos en que aparece necesariamente una coma delante del verbo de la oración:

1) cuando el sujeto es una enumeración que se cierra con etcétera (o su abreviatura etc.) 

María, Víctor, Teresa , etcétera, entraron detrás de Pedro.

(Aquí quisiera hacer una salvedad: en literatura es poco recomendable desde el punto de vista estilístico usar el etcétera, y en caso de que se haga con toda intención por algún requerimiento del texto, es preferible no abusar de él).

2) cuando inmediatamente después del sujeto se abre un inciso o aparece cualquiera de los elementos que se aíslan por comas del resto del enunciado. 

Mi abuelo, como ya te he contado, era un excelente médico.

Los chicos, cansados, abandonaron el salón.

Debo hacer notar aquí que esta excepción en realidad no es tal. No estamos colocando una coma entre sujeto y predicado, estamos colocando un inciso entre ellos, y este inciso incluye estas dos comas para separarlo del resto. El inciso es algo que siempre puede ser eliminado y la oración guarda su significado. Ante la duda, solo tenemos que hacer la prueba: 

Mi abuelo era un excelente médico.

Los chicos abandonaron el salón.

Como han visto, las comas se han ido junto al inciso y las oraciones siguen teniendo sentido. 

Por último, si tienen dudas respecto a un caso específico, no duden en preguntarme. Siéntanse libres de hacerlo, tanto en un comentario por aquí, como a través de Twitter o Facebook, de forma pública o privada. Intentaré responder lo antes posible.

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lunes, 16 de marzo de 2015

Herramientas para depurar el estilo: el uso correcto de los adjetivos

El exceso de adjetivación es un error muy común. Aprende cómo evitarlo y conoce algunos tips que te ayudarán a hacer un uso más mesurado y preciso de los adjetivos en tus textos

En gramática, el adjetivo tiene una función específica: complementar al sustantivo. En literatura, su función va un poco más allá y nos permite embellecer el discurso y facilitar las descripciones. Pero precisamente por eso su empleo debe ser muy mesurado. En ningún caso el uso excesivo de adjetivos debe ser un sustituto de una pobreza de vocabulario. 
Usar adjetivos en un texto literario es un arte muy sutil, pues nos van a permitir intensificar y matizar una expresión que ya debería tener un significado a priori. Pretender aportarle significado al discurso literario a base de adjetivos es un error bastante común; el texto resultará a un tiempo recargado y vacío.
Bien lo dijo Horacio Quiroga, de manera tajante, por cierto, en su Decálogo del perfecto cuentista: “No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuántas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo”. Esta postura parece sumamente radical, pero él nos da siempre la vía de escape: no debemos usar los adjetivos “sin necesidad”. Aqui la pregunta entonces sería: “¿Cómo saberlo? ¿Cómo encontrar la medida justa?”.
Reproduzco aquí un párrafo que encontré en un artículo sobre este tema en la web del escritor Javier Pellicer, quien ha desarrollado todo un tratado sobre el estilo literario, que puede ser de mucha utilidad a cualquiera que se lance a la aventura de escribir. Lo coloco textualmente, pues creo que resume de forma inmejorable el espíritu de lo que deseo transmitirles:
Insisto: no se trata de dejar de utilizar adjetivos, pues sin ellos el texto estaría vacío, y los sustantivos, huérfanos de matices. Hay que dosificar su uso, valerse de aquellos que resulten más concretos, directos y apegados a la característica con la que pretendemos describir al sustantivo. Preguntémonos si el adjetivo en cuestión aporta algo al texto, si otorga al sustantivo un rasgo que el lector precisa para formar correctamente una imagen o emoción. Una buena manera de saberlo es quitarlo de la oración y volver a analizar la frase. ¿Sigue transmitiendo lo mismo? ¿Se nota la ausencia del adjetivo? Si la respuesta es afirmativa en el primer caso, y negativa en el segundo, tendremos la respuesta: ese adjetivo no era necesario”. (Puede encontrar el artículo completo aquí)
Veamos algunos tips de cómo evitar el abuso en la adjetivación:
1-En principio, una regla de oro: si tienes bastante con un adjetivo para expresar lo que pretendes, no utilices dos. ¿Qué criterio usar? Los siguientes tips nos ayudarán en eso.
2-Evita el uso de epítetos (aquellos adjetivos que más que matizar al sustantivo, lo caracterizan, pues son cualidades ya inherentes a él) como “aliento tibio”, “maraña espesa”, “lengua húmeda”, “agosto caluroso”, “fiero león”, “oveja mansa”… que tendemos a utilizar casi automáticamente y que la mayoría de las veces no aportan absolutamente nada a la descripción, porque son redundantes. El adjetivo debe dar un matiz diferente, o aportarle alguna peculiaridad única al sustantivo. Algo muy distinto sería: un “aliento frío”, una “lengua reseca”, o una “oveja rebelde”.
3-Prescinde siempre que puedas de esos adjetivos que suelen emplearse con el único objetivo de enaltecer el lenguaje, como “hermoso”, “sublime”, “esplendoroso”, “maravilloso”, “resplandeciente”, “irresistible”, “luminoso”... Podrían estar diciendo muchas cosas, pero no dicen ninguna en concreto, hacen el lenguaje rimbombante y generalmente aportan muy poco acerca del sustantivo en cuestión.
4-Aquel principio de que en literatura siempre es preferible “mostrar antes que decir”, es también aplicable a los adjetivos. Si puedes transmitir el mismo efecto a través de la narración, y excluir los adjetivos, hazlo. 
A continuación, con un ejemplo bien ilustrativo, podremos englobar todo lo anterior. Trabajaré con un fragmento tomado de una escena de Cincuenta sombras de Grey, una obra en la que el abuso de la adjetivación es una constante a través de todas sus páginas. Debo acotar aquí que cuando se trata de escenas eróticas o sexuales, debemos ser todavía más cuidadosos, porque en ellas las descripciones son muchas veces inevitables y existe la tentación a calificarlo todo con adjetivos con el propósito, del que ya hemos hablado, de hacer el lenguaje más bello y sublime, por temor a  resultar vulgares, obscenos o incluso pornográficos. Entonces es muy fácil caer en el exceso de adjetivación y de ahí a la cursilería va un corto trecho.
Veamos el ejemplo:
Me besa… un beso largo, vehemente y apasionado, invadiéndome la boca con su lengua.
En primer lugar, no hay dos, sino tres adjetivos modificando al sustantivo “beso”. Es obvio que algo está sobrando ahí, pero ¿qué? Si nos atenemos al segundo tip, yo sacaría “apasionado”, pues podría inscribirse entre esos adjetivos poco concretos que allí mencionamos. ¿Cómo es un beso apasionado? Probablemente sea vehemente y también largo, pero si ya eso lo tenemos, ¿para qué agregarlo? Entonces podemos dejarlo así:
Me besa… un beso largo y vehemente, invadiéndome la boca con su lengua.
Está un poco mejor, ¿verdad? Aprovecho para hacerles notar que la cuestión numérica no es siempre el primer criterio a considerar, antes debemos tener en cuenta la pertinencia. Si hubiéramos quitado los otros dos adjetivos y dejado apasionado, habría menos adjetivos, pero ¿qué estaríamos diciendo? A ver:
Me besa… un beso apasionado, invadiéndome la boca con su lengua.
Sin comentarios. Sin embargo, todavía podemos mejorar esa frase, si le aplicamos el cuarto tip. A ver qué les parece esto:
Su lengua invade mi boca sin darme tregua, hasta casi agotar mi aliento.
Se da idea de la vehemencia, del tiempo, e incluso la pasión queda sobreentendida. Tenemos un lenguaje más rico y lleno de sentido, y lo más importante: ¡no usamos ni un solo adjetivo! Como ven, estos simples tips se convierten en una herramienta eficaz que nos permite ir decantando el texto de adjetivos innecesarios, dejando solo aquellos que son realmente pertinentes. 

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